Brasil, el clásico picante del comercio exterior

La economía argentina, golpeada por la sequía y la inflación, parece marchar hacia un profundo cambio en el régimen del tipo de cambio. En un contexto de menor dinamismo en el ya golpeado mercado interno, la salida exportadora es un camino para las empresas. Y Brasil, el gigante sudamericano que en 2023 volvió a ser el principal comprador de productos santafesinos, siempre aparece como una oportunidad.

¿Pero está en condiciones la economía brasileña de convertirse, como otrora, en un mercado ampliado para las empresas argentinas? La respuesta está en su propia macroeconomía. 

A poco de asumir Lula Da Silva  su tercera presidencia, el economista argentino Eduardo Creso, profesor de la Universidad Federal de Rio de Janeiro (UFRJ) y uno de los principales especialistas latinoamericanos en crecimiento, señaló como principal problema dela economía brasileña el estancamiento que padece desde 2014. “Tuvo algunos años de crecimiento positivo pero el ingreso per cápita es más bajo que en 2010”, subrayó. Y por eso consideró que el principal desafío de la nueva administración era el de “recuperar el crecimiento”. No sólo para mejorar las condiciones de vida sino como llave para “desactivar la altísima polarización y niveles de violencia política” en ese país.

El problema, señaló, es que no cuenta con muchas  herramientas para impulsar esta recuperación. Algunas de ellas, como la política fiscal y monetaria, son todavía ejes de desgastantes peleas entre el gobierno, el Congreso y el Banco Central. Y del resultado de esa disputa dependen otros instrumentos claves, como la inversión en infraestructura y el protagonismo del Banco Nacional de Desarrollo (BNDS). Para Crespo, mientras este estancamiento no se resuelva, “Brasil no es mercado para nadie”.

El arranque fue promisorio. A diferencia de lo que ocurrió en Argentina, la economía brasileña fue acompañada por el clima durante la anterior campaña agrícola, de modo que batió récords de producción con más de 300 millones de toneladas. Las estimaciones del FMI para 2023 son claras respecto de dónde está la diferencia: el PBI argentino caería 2,5% y el brasileño se expandiría 3,1%.

El primer y segundo trimestre, la economía del país vecino se ajustó a esas previsiones. Incluso, las mediciones de actividad del período que va de abril a junio estuvieron por encima de los resultados augurados por los analistas de mercado: 0,9% contra 0,3%. 

Los motores fueron la industria, que creció un 0,9% por el empuje de las actividades extractivas y el sector servicios (0,6%). El agro mostró una caída de 0,9%, aunque se explica por el fenomenal crecimiento del 21% que había tenido en el primer trimestre.

Pero ya pasada la mitad del año, el optimismo sobre la economía brasileña comenzó a ceder. La agenda fiscal y tributaria quedó estancada en las luchas hacia el interior del Congreso y la confianza de los agentes económicos comienza a mermar. En agosto, la inversión extranjera directa se derrumbó 57% en el país vecino. También creció el índice de endeudamiento de las familias. El mismo ministro de Economía, Fernando Haddad, se mostró preocupado por la desaceleración.

Para 2024, la llegada del fenómeno climático de El Niño complica al poderoso sector agropecuario brasileño, con sequías en el Norte y excesivas lluvias en el Sur. Las primeras estimaciones hablan de una caída de 3% en la cosecha, pero el ciclo todavía en su primera etapa. Aunque se mantienen las previsiones de crecimiento de 2,8% para el año, el presidente de Brasil ya advirtió que “será difícil para la economía”.

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